“Tienen muchísimas capacidades, pero no se ve así”
- Yael Carrasco Hernández
- 30 mar 2019
- 4 Min. de lectura
Yael Carrasco

Caterina Pons aparece por el pasillo de la casa y se dirige a un grupo de jóvenes MENA sentados en un banco al lado de la entrada. A uno de ellos, Khalid, le pregunta por la hora a la que tiene entrevista de trabajo y, con los demás, bromea. La forma de la puerta, las baldosas de cerámica y los muebles antiguos recuerdan a una casa magrebí. La máquina de café de la sala de espera está escrita en árabe junto a algunos carteles en catalán y castellano; uno de ellos dice: “Ciertamente la pluralidad cultural está anunciando una nueva civilización y hace un aporte sustancial a la recreación del concepto de ciudadanía.” – T. Losada.
La fundación es la viva imagen del acercamiento a estos jóvenes, tanto por el trato con los trabajadores como por la disposición de la sala, probablemente similar a lo que era hogar antes de llegar a aquí o, al menos, cercano.
Me invita a pasar a una pequeña sala blanca en la que únicamente caben dos sillas y una mesa. Ahora estábamos tranquilas, no había ningún ruido que nos molestara, ni tampoco teníamos delante a los MENA, de quiénes íbamos a estar hablando los próximos veinte minutos. “No son MENA, son jóvenes migrantes sin referentes familiares en el territorio”, responde de manera airada Pons. Argumenta que es un nombre muy mediatizado y masificado, que aporta cualidades de los jóvenes migrantes que no son. En cuestión de segundos se le torció el rostro. Con los dedos de la mano dando pequeños golpes contra la mesa, insiste en preguntar por la decisión de utilizar Problemática MENA para nuestro proyecto. No teníamos predisposición a cambiarlo, aunque ella intentó que sí lo hiciéramos. A partir de ese instante, un poco tenso, pasé a explicarle nuestros objetivos. Queremos visibilizar la situación del colectivo y romper con los prejuicios que se tiene sobre ellos. Ante esto, hizo una mueca y empezamos con la entrevista, ya con un ambiente tranquilo y agradable.
En todo momento presume de su buena relación con los jóvenes del centro, a quienes ve casi cada día. “Nos movemos mucho desde el vínculo”, comenta Pons. Desde que tienen 16 años, en la fundación se hace un seguimiento educativo y de atención social a estos adolescentes hasta que consiguen adaptar-se; hayan llegado, o no, a la mayoría de edad. Mientras tanto, el sistema de protecciones ofrece programas a aquellos menores de 18 y, después, se desentienden completamente. Considera que la fundación es un sitio de referencia para ellos y, por mucho que hayan pasado por otros centros o servicios, el sitio “donde no se les cierra nunca la puerta y donde pueden y podrán acudir siempre, es en el Bayt”, añade orgullosa.
“Donde no se les cierra nunca la puerta y pueden acudir siempre, es en el Bayt al-thaqafa”
Lleva desde 2015 trabajando en la fundación Bayt al-thaqafa. Durante los años en los que ha estado en el centro, ha visto como aumentaban los programas de formación, seguimiento y atención social, a medida que llegaban cada vez más y más jóvenes que necesitaban ayuda. Las entidades se ven ahogadas para montar servicios de acogidas y la urgencia de contratar profesionales, que trabajen con el colectivo, ha supuesto el cambio en el perfil de las personas que se buscan. “Yo soy educadora social, que es lo que se requería años atrás, pero ahora se busca a gente que esté dispuesta a trabajar en servicios así y con las condiciones que hay, sean o no profesionales”, concluye Pons.
A la problemática que tienen los jóvenes migrantes, achaca que las limitaciones vienen impuestas por parte de la sociedad de acogida, que no cree que un perfil así pueda ser beneficioso, sino que se les ve como un problema en las calles y un problema económico. Pons considera que: “si la sociedad estuviera capacitada para que se pudiera dar una integración real de estos chicos, acabarían devolviendo más de lo que se ha invertido en ellos, porqué tienen muchísimas capacidades, pero no lo ven así”.
Al preguntarle por los chicos, su respuesta es que no puede proporcionarnos información sobre ellos porqué está protegida. Ni siquiera los nombres. Es respetable, son menores. Está contenta por el avance y adaptación de algunos, quiénes están trabajando y ya no acostumbran a pasar tanto por el centro. Eso es una buena noticia, quiere decir que están en un buen momento. “Nunca hay que generalizar, hay chicos a los que les va bien y a otros que no”, contesta ante la pregunta de si observa una evolución en los jóvenes desde que llegan al centro hasta que se van.
Pons no quería que le hiciera fotos en la pequeña sala. La iluminación tampoco ayudaba, así que, al acabar la entrevista, nos dirigimos al comedor principal. Allí conversaban otros miembros de la fundación con algunos de los MENA.
- ¿Esta tarde tenéis entreno con Josep no? Decidle que se ponga a correr él con vosotros también. – dice una chica de la organización entre risas.
- Sí, pero hacemos "partidillo hoy". – responde uno de los jóvenes.
(Hablaban del equipo de fútbol Bayt al-thaqafa, uno de los programas que tiene la fundación para trabajar el ocio saludable).
Sala de espera de la fundación. Caterina Pons. Educadora social. Carteles con frases de T.Losada.
Komentarze